¿Soy empresario o autoempleado?
La primera vez que leí esta pregunta, tengo que admitir que me molesté. No sé si porque me apretaba el zapato o porque me sonaba ofensivo. Pero pronto entendí el concepto, así que ténganme paciencia, no se enojen todavía.
Vivo rodeado de empresarios y emprendedores; todos operan negocios de diferentes tamaños, en diferentes industrias y diferentes mercados. Veo su lucha diaria, su resistencia y, en su mayoría, la frustración que se genera de vivir contrarreloj o no tener suficiente tiempo para hacer otras cosas que también son importantes para sus vidas, tales como: familia, educación, comunidad, salud, espiritualidad y pareja.
No se puede llegar a la cima sin esfuerzo, me queda 100% claro, pero ¿qué estoy sacrificando a cambio? ¿Qué me empuja a ser tan determinado, audaz, perseverante, etc.? ¿Qué vacío estoy tratando de llenar? ¿Heredé un estándar alto de alguien o una sombra que no he logrado alcanzar? ¿Quién o qué me hizo sentir que no era suficiente? He leído últimamente opiniones mixtas sobre el balance vida-trabajo. El tema no es si existe o no, el tema es qué es lo que vos querés. ¿Sos workaholic, vivís para trabajar o trabajás para vivir? Es una respuesta muy personal según tu situación actual, tu edad, tus aspiraciones (que son muy de cada quien), tus sueños, si heredaste un negocio o lo construiste de cero, la industria en la que estás, tu personalidad, tu religión, el país donde creciste, el pais donde operas, etc. Hay tantos factores que influyen en eso que es imposible tener un criterio unificado. Tal vez la pregunta que dejo picando es: ¿Estoy invirtiendo suficiente tiempo y energía de calidad en las diferentes áreas de mi vida? Entonces, ahí la cuestión ya no es filosofar sobre el balance vida-trabajo, sino sobre el manejo efectivo de tu tiempo.
Tengo que admitir que todavía tengo un pie dentro de esa realidad; soy medio adicto al trabajo. Pero hoy ese dolor es menos fuerte que cuando trabajaba 75 horas a la semana y no podía ni tomar vacaciones porque mis negocios dependían bastante de mí. Yo era el mejor vendedor, el mejor en servicio al cliente, el que auditaba cada transacción y el que tomaba la gran mayoría de las decisiones importantes en mi empresa. Muchos procesos dependían de mi visto bueno o mi involucramiento para que salieran bien.
Dios trabaja en formas misteriosas, y hay veces que una gran frustración puede ser el pivote que necesitábamos para cambiar de rumbo o de estrategia. Mi momento llegó cuando ya no disfrutaba mi trabajo, sentía que ya no quería llegar a la empresa y entré en un estado de burnout. En ese momento, las preguntas eran un poquito más oscuras.
Desde mi interpretación, un empresario emprendedor (Autoempleado) es un individuo que intercambia tiempo por dinero y éxito empresarial. Y aunque tiene mayor autonomía que los empleados, es esclavo de sus rutinas operativas y no le dedica suficiente tiempo al trabajo estratégico. Viven en un mundo operativo y táctico, es decir, de dirección, supervisión y ejecución.
El empresario es un individuo que es dueño de un negocio, dirige estratégicamente el negocio y dedica tiempo para pensar en cómo puede hacerlo crecer. Cuenta con un equipo de ejecutivos o equipo de liderazgo, como le llaman en EOS, para que ejecute según los lineamientos estratégicos.
Por otro lado, están los inversionistas, que son personas que hacen que su dinero trabaje para ellos, invirtiendo en activos que generan flujo de efectivo, acciones o valor accionario, bienes raíces u otros instrumentos financieros. Los inversionistas buscan hacer crecer su riqueza a través de inversiones inteligentes, pero no las ejecutan ellos, porque también serían autoempleados o empresarios.
Estos conceptos fueron inspirados por el libro "Padre Rico, Padre Pobre" de Robert Kiyosaki, cuya propuesta es que nos movamos hacia la libertad financiera y la independencia, es decir, que salgamos del autoempleo, que nos convirtamos en empresarios y posteriormente en inversionistas. Mis felicitaciones a quienes ya están ahí.
Al momento de escribir este artículo, tengo mi empresa principal delegada en un gran equipo que lleva a cabo las estrategias que desarrollamos juntos. Mundo Flete me otorga el título de empresario, ya que no depende de mí para operar. Algunos amigos y empresarios (autoempleados) me critican por esto, ya que su paradigma es que el negocio no puede funcionar sin el dueño. En Nicaragua hay un dicho popular: "el ojo del amo engorda el ganado". Estoy de acuerdo, pero también creo que el negocio no debería depender exclusivamente de un gerente; el dueño puede aportar valor a la empresa de otras maneras. Yo genero valor ofreciendo claridad organizacional, ideas innovadoras, resolviendo problemas importantes, capacitando al equipo y manteniendo relaciones públicas y estratégicas.
Soy socio en otra empresa llamada CAN Regional, dirigida por mi socia Ana Margot Ramirez. Está completamente delegada en ella y su equipo de liderazgo, y aquí también ostento el título de empresario, ya que mi rol es estratégico y sumo valor a través de mi empresa de consultoría. En FT Group, mi empresa de consultoría, soy autoempleado y cuento con un gran equipo que me apoya en la operación y administración. Se puede decir que, por ahora, el producto soy yo. Disfruto estar en la operación, ayudando a otros empresarios a organizar sus negocios y compartiendo aprendizajes de mi camino hacia la independencia.
Recientemente, me he involucrado más en otro negocio del que también soy socio, SherpAds Creative Partners. Estuve a punto de dejarlo por sentir que no tenía tiempo para influir en la estrategia y gestión del equipo. Sin embargo, el grupo de jóvenes creativos y talentosos que conforman la empresa me inspiró a regresar y colaborar con ellos. Incluso me he inscrito en programas para fortalecer mis conocimientos del negocio, y más adelante compartiré cómo me va.
¿Cuál es el factor común en cada una de mis empresas? Un equipo de liderazgo cohesionado, un plan de trabajo claro y una visión audaz en la que todos colaboramos para disfrutar el camino, incluso cuando se pone difícil.
Hoy, como empresario y autoempleado, estoy a punto de cumplir 50 años y ya no trabajo 75 horas a la semana, sino 48, y las disfruto enormemente. Mis negocios no son perfectos, pero siento que estoy marcando la diferencia en la vida de nuestros clientes y colaboradores, lo que considero un verdadero "win-win-win" (gana el cliente, gana el colaborador, gano yo) o "full win", como me gusta decirle a mis colegas.
Ya no soy el genio con mil ayudantes que describe Jim Collins en su libro "Good to Great". No necesitó brillar para sentirme útil, reconocido o validado. Ahora tengo la libertad de trabajar en lo que me apasiona, y eso es suficiente ganancia. Tal vez sea temporal o quizás un nuevo camino; lo único que sé es que estoy disfrutando el viaje en este momento.
¿Y tú? ¿Eres autoempleado, empresario o inversionista?
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Escrito por:
Jesse Buitrago
Coach & Mentor
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